Contar sin parar

10 abril 2006

Pancho

Pancho coge su destartalada bicicleta BH y se dirige a la plaza del pueblo silbando una alegre cancioncilla y haciendo sonar el timbre. Los vecinos ya no le echan cuenta. La primera vez les hizo gracia, la segunda se dijeron a sí mismos que en Marbella se veranearía mejor. Con el tiempo, decidieron poner doble acristalamiento en las ventanas.

Pancho es feliz, junio ha llegado de nuevo, hace sol y espera pasar otro verano trabajando en la tele. Se imagina cómo será su ajetreado verano, a qué gente nueva conocerá, se pregunta si finalmente Bea le hablará fuera del rodaje. En su mente crea lo que quiere que suceda y no puede evitar dibujar una sonrisilla de satisfacción. Enfrascado en sus pensamientos, es ajeno a lo que ocurre alrededor.

La plaza está vacía, son las ocho y media de la mañana de un día de junio más, el sol aún no calienta demasiado, los vecinos duermen o se desperezan bajando a la calle a comprar unos churros para el desayuno. A lo sumo, tres o cuatro personas han pasado alrededor de Pancho mientras él se hacía su particular cuento de la lechera. No hay ni un camión, ni un cable, ni un foco, ni una cámara, ni ningún frenético miembro del equipo con sus walkie-talkies dando órdenes o pidiendo un café.

Por fin, Pancho mira su reloj digital Casio, uno de sus mayores orgullos porque fue el primero del pueblo. Son las nueve menos diez. Los parpadeantes números del reloj le sacan de su ensimismamiento y mira a su alrededor. Ve la plaza vacía, como lo estaba el día anterior, y el anterior, y el anterior. Se mueve nervioso alrededor de la bicicleta, pasea arriba y abajo, va hacia una de las calles que salen de la plaza, vuelve, coge la bicicleta, monta y da un par de frenéticas vueltas alrededor de la plaza. Mira ansioso hacia todas las calles, buscando una señal, un camión más grande lo habitual, un grupo de gente sospechoso, lo que sea. Pero no encuentra nada.

Sube por la calle El Barrio a toda velocidad, sin ni siquiera sentarse en el sillín, con la boca abierta, respirando con dificultad y con la cara congestionada por el esfuerzo y por la ansiedad. Gira a la izquierda echando un pie al suelo y enfila la calle Málaga sin disminuir el ritmo de las pedaladas.

Frena en seco al llegar a la cabina de teléfonos, deja caer la bicicleta sin ningún miramiento, rebusca en sus bolsillos unas monedas y entra en la cabina. Marca unos números de memoria, espera la señal y empieza a dar gritos al auricular, moviéndose nervioso en los escasos centímetros de la cabina. Un vecino pasa con sus churros en una mano y el As en la otra. Mira de reojo a Pancho al pasar, y sigue su camino echando una ojeada a los titulares. Pancho acaba golpeando el teléfono con el propio auricular, ya completamente fuera de sí, furioso no sé sabe muy bien con quién. El auricular se desmonta y las piezas caen al suelo de la cabina, Pancho intenta arrancarlo de su emplazamiento, pero no lo consigue. Aún más furioso, empieza a dar patadas a las paredes de cristal, hasta que, derrotado por el cansancio y por la impotencia, sale de la cabina y derrumbado, se sienta en el bordillo de la acera. Mete la cara entre las manos y llora desconsolado.


Al final de la calle se ve a una mujer de mediana edad, rubia, con falta de unos retoques en el tinte y con aspecto de estar recién levantada, con su bata de tirantes estampada y sus chanclas, corriendo calle abajo. No le importa su aspecto, ni tan siquiera que se le haya olvidado ponerse el sostén antes de salir de casa. Es una mujer con unos kilos de más, que poco a poco, con el paso de los años se ha ido abandonando, ocupada como ha estado, en cuidar de su marido. Llega a la cabina, se planta en jarras delante de Pancho, le grita algo incomprensible y le agarra de un brazo. Él se resiste, pero finalmente la mujer logra levantarle. Le señala la bicicleta. Él, sumiso, la recoge del suelo y se sienta en ella y emprende el camino, ya más tranquilo, que ya conoce. La mujer abre la puerta de la cabina, coge el auricular destrozado, se lo acerca a la oreja y oye un mensaje que dice:

Telefónica le informa que el número marcado no existe.

La mujer, que hace estos movimientos con la rapidez que da la costumbre, cuelga el auricular como buenamente puede y sale de la cabina. Una vecina le increpa desde su balcón:


“Si controlases a tu marido en lugar de darle a la botella, no tendríamos la cabina estropeada todas las semanas.”


La mujer, responde con una voz a la vecina, pero en el fondo, avergonzada, se dirige con paso firme calle arriba, de vuelta a casa, con su marido, que ya estará a punto de llegar. Ha sido así durante los últimos quince años, unas veces mejor y otras peor, pero los veranos para esta mujer ya no son lo mismo desde que Pancho dejó su medicación y se agravó cuando empezó a ver a su antiguo compañero actuando en una serie.

9 Comments:

At dom abr 16, 05:05:00 a. m. 2006, Blogger Sr Vodka said...

no lo pillo, aver mañana menos espeso...

 
At dom abr 16, 03:02:00 p. m. 2006, Blogger Alvo said...

Yo si lo pillo; pobre Pancho, por lo visto, en la vida real, acabó enganchado a las drogas, y deambula por las calles de Nerja con el "mono" y mendigando. No dista mucho la realidad de la ficción que tu creaste :S.
Salu2.

 
At lun abr 17, 12:07:00 a. m. 2006, Anonymous Anónimo said...

Sally hizo hace ya algún tiempo un topic en el forro sobre supuestos "qué pasó con" de personajes conocidos. Esto era un intento de recuperarlo, pero me ha quedado una historia muy triste.

A ver si algún día me sale uno un poco más alegre...

 
At lun abr 17, 01:28:00 p. m. 2006, Anonymous Anónimo said...

Ay dios mío!!!

Tú hoy me quieres hundir!
Yo ya no leo más tu blog...

Pancho!!!

Pancho!!!
Pancho!!!
Pancho!!!
Pancho!!!


Aguanta, Pancho!!!

 
At lun abr 17, 01:32:00 p. m. 2006, Anonymous Anónimo said...

La verdad es que, ahora en serio, em gusta como escribes, pero hijo, en verdad te lo digo, cuando te viene la vena melodramática me cago en tó lo que se menéa. LA verdad es que el topic ese que nos cuarramos tu y yo de " Qué pasó con...", moló un montón, pero mejor con uan bis cómica, porque un pancho más hoy, y me meto tranquimacin en vena, ajajja

 
At lun abr 17, 01:32:00 p. m. 2006, Anonymous Anónimo said...

Por cierto, mi dislexia mecanográfica empieza a asustarme.

 
At lun abr 17, 05:57:00 p. m. 2006, Blogger Mila-Z said...

La culpa es del Charlie...más jóven y rubio que él. Si no le hubieran contratado en El Comisario, nada de esto habría pasao...réquiem 4 a yonkarra.

 
At mar abr 18, 01:01:00 a. m. 2006, Anonymous Anónimo said...

Cuánto comentario!!! Sí, me salió muy triste, pero es que lo de Verano Azul es un trauma colectivo.

Pues oye, Mila, yo creo que el tipo para hacer de Pope lo daba, pero claro, ponerles juntos de nuevo...

(Y a todo esto, paso de loguearme para poner comentarios y salgo unas veces azul y otras negro)

 
At sáb mar 31, 04:29:00 p. m. 2007, Anonymous Anónimo said...

pobre pancho yo no sabia que tomara drogas

 

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