Contar sin parar

27 agosto 2006

Qué pasó con... Susana Estrada (I)

Escucha, amor mío. Yo nunca te mentí...
Sí, lo sé, lo sé, te creo, 
de eso estoy convencida... no, no es eso, 
es porque ahora acabo de mentirte, 
aquí por teléfono,
desde hace un cuarto de hora, 
te estoy mintiendo...
 
Sé muy bien que ya no tengo que esperar nada,
que mentir no sirve de nada y además, 
no me gusta mentirte,
no puedo, no quiero mentirte,
incluso por tu bien.

Un pequeño grupo de unas diez o quince personas que se han ido acercando, aplauden espontáneamente, antes de que termine el monólogo. Susana, sorprendida y agradecida, da por terminada la función. Sabe que el aplauso es huidizo y nada le garantiza que al terminar su monólogo reciba otro aplauso en el momento que corresponde. La gente tiene prisa, tiene que terminar de hacer las compras. Descuelga el teléfono.

¿Sí? ¿Juan?

Sí, ha ido todo bien. Acabo de terminar, pero oye, ¿no me puedes conseguir esto mismo pero en los Sánchez Romero?

Sí, ya lo sé, lo hemos hablado mil veces, es que no me acostumbro a hacer lo del teléfono con la barra de mortadela.

Pero, pero… si te lo he explicado ya. Cuando llega el momento clave, de tirar el teléfono, la barra de mortadela se revienta y me desconcentra tener que andar buscando una nueva. ¿no te das cuenta de que es el climax de la función?.

No, no me dejan coger dos antes de la función, tengo que buscarla en mitad del monólogo. Si me dejasen yo ya me apañaría, que tengo mis tablas.

Oye ¿sabes algo de la peli de Mariano? ¿Cómo?¿que está parado? … Ahá

Bueno, si tuviesen que comprobar que todos los actores españoles están en sus cabales antes de hacer una película, el cine español no existiría. Te lo digo yo.

¿Y lo de Antonia? ¿has hablado con ella? Ya sé que son monólogos, ¿me tomas por tonta? Te dije que la idea era compartirlos, turnarnos, que sé yo, no hacer un monólogo entre dos.

Mira, vamos a dejarlo, que me tienes frita…

Oye, acuérdate de lo de mañana, que ya sabes cómo se pone mi madre. Sí, a las 2 y media, en mi casa.

Venga, un beso, ciao, ciao.


Susana cuelga el teléfono. A veces piensa que no debería haber cogido como representante a su amante, en la cama es estupendo, pero no tiene ni idea de cómo funciona el mundo del espectáculo. No lo pudo evitar, le vio tan desamparado cuando perdió sus escasos ahorros en aquello de los sellos…

Sale por la salida sin compras del Carrefour de su barrio. Recoge su cheque diario y vuelve a casa. Cuando su Juan le dijo que le proponían dejarle un espacio para hacer un monólogo, le pareció una idea brillante, posmoderna, casi contracultural. Ahora le parece incómodo, grasiento y mal pagado.

-¿Pipi? Pipi, ¿dónde estás?

- Mamá, te he dicho que no me llames Pipi.

- Ay, hijo, perdona, es que no puedo evitarlo – responde mientras se desenfunda los tacones sin siquiera agacharse, antes de caer a plomo en el sofá.

- ¿Qué tal hoy?

- Como siempre, ¿tú qué tal?

- Bien, aquí, rellenando la matrícula del año que viene. Ha venido A punto C punto a ver si tenías algo que pasarle.

- Jesús, qué pesado, le he dicho mil veces que hace ya tiempo que no trapicheo con nada. ¿Le has dicho que no vuelva?

- Sí, creo que me ha guiñado un ojo, mamá.

- No te preocupes, no era a ti.

- Es mono…

- No (tajante), ni se te ocurra. Yonquis, no, ¡¡¡yonquis no!!! ¿me oyes? Me puedes traer a cualquiera a casa, menos yonquis.

- Sí, mamá. Si sólo decía que es mono…

- Ya, como si no te conociera, hijo. Que podré ser tonta, que podré estar estancada en un trabajo sin futuro… pero soy tu madre, y te conozco de sobra.

- Vale, mamá, lo que tú digas.

- Oye – estirándose la cara con las manos- ¿crees que necesito un lifting?

- ¿Qué?

- Que si necesito un lifting.

- Mamá, estás estupenda (aburrido, repitiéndolo por enésima vez).

- Mira, Jane Fonda, ¿qué tiene? ¿veinte años más que yo? Y mírala, como si no hubiesen pasado los años.

- Ya, mamá, pero Jane Fonda tuvo un multimillonario en su vida, tú lo más que has tenido ha sido un Galindo.

- Calla, calla, no me lo recuerdes que aún se me ponen los pelos de punta.

Se quedan callados los dos por un momento, se ha pronunciado el único nombre tabú en esa casa.

- Algo tengo que hacer, siento que me estoy ajando, como una fruta fuera de la nevera.

- Mamá…

- ¿Qué?

- Pues que esto lo hemos hablado muchas veces y, para empezar, sabes que ni siquiera tenemos dinero para pagar la matrícula del año que viene.

- Es verdad, hijo, a veces pareces el único sensato de esta casa.


Susana se queda pensativa un rato, viendo cómo su hijo termina de rellenar unos impresos, y antes de levantarse para ir al baño, apura el cigarro y, resuelta, le dice a su hijo.


- No te preocupes, tú te matriculas el año que viene.


2 Comments:

At lun ago 28, 03:29:00 p. m. 2006, Blogger Sr Vodka said...

bueno...bueno...sin palabras. Ahora no tengo tiempo para leer la segunda parte, solo he de añadir que Susana Estrada vivió cerca de mi casa cuando yo aún no había nacido. Vamos, que es de mi pueblo se puede decir.

 
At mar ago 29, 11:36:00 a. m. 2006, Blogger Apañao said...

Eso explica muchas cosas sr vodka.

Voy a por la segun

 

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