Contar sin parar

24 diciembre 2006

Cuento de navidad

En un andén de la estación, bajo el frío pelón del mes de diciembre, un chico normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, camina un par de metros arriba, un par de metros abajo, como si hubiese un muro de cristal transparente que le impidiese ir más allá y que sólo él pudiese ver. Tiene los ojos abiertos de par en par, buscando, perdidos, algo que le diga hacia dónde dirigirse, cómo salir de ahí. Son transparentes, expresivos, sin dobleces. Sólo buscan una salida, la vuelta a casa, a decenas de kilómetros de distancia.

Un cambio de trabajo inesperado, casi urgente, de un día para otro como quien dice. O un cambio de ciudad. Y tienes la sensación de vivir una vida ajena. La sensación de que había otro esperando que le llamasen de ese trabajo, de que había otra persona que iba a ocupar ese piso.

Todos vivimos vidas ajenas en algún momento. Recorremos exactamente el mismo trayecto para ir a comprar el pan que ha hecho alguien antes, damos exactamente la misma combinación de monedas para pagar, hacemos exactamente el mismo gesto para llamar al mismo ascensor que ha hecho alguien antes, o nos apartamos en el mismo momento exacto cuando vemos el mismo agujero en el suelo en el que estamos a punto de meter el mismo pie tal y como lo ha hecho alguien antes. Cinco minutos, diez, o dos horas antes de llegar a casa, un vecino habrá hecho el mismo gesto al abrir el portal.

Hubo otro antes que tú que cogió la silla con la misma mano con que la coges tú, que dejó el abrigo en el mismo sitio que tú, que hizo el mismo gesto al sentarse que tú, que jugueteó con el mismo bolígrafo que hay encima de la mesa, de la misma manera que lo haces tú mientras esperas. Otro que contestó a las mismas preguntas que tú.

Y si eres tú, al final ¿qué pasa con el otro? ¿se queda atascado en un momento del espacio y el tiempo donde no puede avanzar?¿se queda como el muñeco del vídeojuego al que diriges por donde no está permitido pasar, pero que aún así se mueve, intentándolo, dando pasos vacíos, pasos que no le hacen avanzar? Mueve y mueve los pies, pero no le llevan a ninguna parte. Hay un muro de cristal.

El chico de la estación sigue caminando rodeado de su muro de cristal, metro arriba, metro abajo, combatiendo el frío del invierno, y, sin embargo, no se mueve. ¿Quién le habrá robado ese momento de su vida? ¿Quién estará haciendo lo que él debería estar haciendo?

Sólo espero que alguien pulse Play antes de que la helada lo cubra todo.

5 Comments:

At mar dic 26, 09:56:00 p. m. 2006, Blogger zarevitz said...

:-)

Jump.

 
At sáb ene 06, 05:17:00 p. m. 2007, Blogger Memen said...

Ya ;)

 
At dom ene 07, 12:58:00 p. m. 2007, Blogger Sr Vodka said...

ay pobrecito, alomejor es que es un poco retrasado

 
At jue ene 11, 10:18:00 p. m. 2007, Blogger Ignacio said...

Estoy medio sopa, pero ¿qué significan los dos primeros comentarios? Un croquis, pliz.

 
At mié ene 24, 07:36:00 p. m. 2007, Blogger zarevitz said...

Don't Play, Jump In


(otro, que aparentemente fue censurado)

 

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